lunes, 22 de septiembre de 2014

LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE.
La Constituyente es una institución política prevista en nuestra Constitución Nacional que permite al pueblo como depositario del “poder constituyente originario… crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución” (Art. 347 C.N.).
Las reflexiones y análisis que inicio están dirigidas a inducir el estudio de la necesidad que tenemos los venezolanos de revisar la actual crisis terminal del sistema político-constitucional del Estado Centralizado omnipotente que se ha ido consolidando en nuestro país y que nos ha colocado en una disyuntiva final que nos llevara a la necesidad de reconstruir la legitimidad democrática o simplemente la democracia caerá en el precipicio de una anarquía política y social imprevisible como consecuencia del grave deterioro y crisis a que han sido sometidas nuestras instituciones.
El Estado democrático venezolano está sometido a la hegemonía de un partido y una elite política dominante exclusivista y exclusionista, desconociendo que toda democracia debe constituirse sobre el pluralismo, donde el dialogo, la tolerancia, la negociación y la conciliación sean instrumentos de acción.
Los ciclos políticos transcurrido en  la vida institucional venezolana han tenido sus propias características conforme a los hechos políticos, sociales y económicos dominantes al momento; no voy a adentrarme en el análisis de los mismos, solo voy a hacer referencia al proceso que se inicia a partir de 1945, que es cuando nace el proceso que da terminación al centralismo anárquico y  personalista, impuesto dentro de los ciclos anteriores, donde el Poder central  caracterizo la vida política.
La Revolución Liberal Restauradora (1999), a cuya cabeza se encuentra Cipriano Castro, da inicio al final de una crisis política derivada de la confrontación liberal de los liderazgos regionales que venían determinando la vida política nacional, pasando del Estado independiente y autónomo que se inició con la Constitución Nacional de 1811 y que estuvo liderado por los próceres de la independencia y sus sucesores, dándole cabida luego al Estado Federal, donde destacaron Ezequiel Zamora, Juan Crisóstomo Falcón, líderes de la Federación, dando cabida posteriormente al liderazgo de Guzmán Blanco, hasta finales del siglo XIX.
La caída de Cipriano Castro, enjuiciado por la Corte Federal y de Casación, e inducida por Juan Vicente Gómez, quien concluyo con los liderazgos caudillistas, da término final al ciclo del Estado Federal, dando apertura al Estado autocrático centralizado con la promulgación de la Constitución de 1901 y concluye en 1945.
Es válido destacar que ese Estado autocrático centralizado da inicio a la formación de las bases de la integración del país y consolidación del Estado Nacional, igualmente es de señalar, por ser hecho repetitivo en el proceso político, que el liderazgo político andino “no supo o no quiso entender los cambios que se habían venido provocando en la sociedad y en las relaciones de poder, la propia consolidación e integración del Estado Nacional, el cambio político en el mundo como consecuencia de las dos guerras mundiales y el proceso general de democratización que se estaba iniciando a comienzos de los años cuarenta del siglo pasado”. (Golpe de Estado y Proceso Constituyente Venezuela. Allan R. Brewer Carias).
1945 constituye el termino de otros ciclos históricos, en 1947 se da inicio al ciclo democrático centralizado con la nueva Constitución democrática centralizada con la nueva Constitución, surgen aquí dos elementos que han caracterizado nuestro sistema político desde esa fecha: la democracia y el Estado centralizado, los cuales pasare a analizar.
Ese sistema político se consolida a partir de 1958, con la Constitución de 1961, es un régimen de democracia de partidos, ellos asumieron el monopolio de la representatividad y la participación política, lo han ejercido a través de la representación conforme al modelo d´Hondt, que se venido aplicando hasta 1993. En este sistema solo los partidos podían tener representación en los cuerpos deliberantes, se impide el acceso a otras instituciones, el sistema de representación uninominal aplicado en las elecciones de 1993, poco cambio permite debido a la conformación del “tarjetón electoral”.
El desarrollo de este proceso permite que los partidos políticos no solo llegan a tener el monopolio de la participación: “asumieron también la conducción política del país, no hay forma de participación que no sea a través de los partidos políticos”, hecho que permite que en el tiempo los partidos políticos se encierran en sí mismos y comienzan a  configurarse como un fin en sí mismo, a la larga el acceso a los mismos partidos políticos fue progresivamente cerrándose.
El proceso de centralismo no solo ahoga a la sociedad civil, sino que penetra a los gremios y a todas las sociedades intermedias, a los Estados y Municipios, así se empieza a configurar la gran entelequia contemporánea del Estado actual, se da un vacío de contenido, no existe efectivo poder político regional y local, ni niveles intermedios de poder; todo el poder político económico, legislativo, tributario, administrativo o sindical, queda centralizado.
Este sistema, desde la década de los ochenta del pasado siglo, comenzó a resquebrajarse, lentamente va desmoronándose sin que no demos cuenta, mientras se va desnaturalizando la estructurando democrática, se desarrolla un virus que sirve de abono a la crisis que vivimos y que abre las puertas a una elite política, que ante las crisis a que se ven sometidos los partidos políticos de status, le allana la llegada a nuevos partidos.
Paralelamente al desarrollo de la hegemonía de los partidos políticos, Venezuela, producto de la riqueza fácil petrolera, empieza a embarcase en la tan fácil riqueza y se desvincula del trabajo productivo, el trabajo empieza el degradante camino de no entenderse en su valor productivo de la sociedad. Más allá de nuestras fronteras el resto del mundo está viviendo los más extraordinarias cambios industriales, el no haberlo entendido por la embriaguez de la riqueza fácil, no nos permitió construir una recta etapa de despegue económico y llevarnos a instituir un país altamente desarrollado y altamente competitivo en los mercados internacionales.
La incomprensión del liderazgo en las décadas anteriores, puede entenderse como la razón cierta de la inevitable “Revolución” que hoy ha colocado al país al borde de un precipicio fatal.
Las generaciones de relevo, el liderazgo político, empresarial y social no debe continuar pecando en el olvido de las causas políticas y sociales que hoy determinan nuestra realidad política.
El reto de la Generación del 28 lo constituyo el establecimiento de la democracia, hoy el reto de nuestra generación lo constituye el realizar una ingeniería que nos permita restablecer nuestra democracia dentro una verdadera reforma de Estado y dentro de un concepto de Estado moderno democrático y social.
Para entender la búsqueda de solución a nuestra crisis, entiendo valido trasladar planteamientos indicados por Brewer Carias: “Inútil es, por tanto, en este momento, seguir condicionados en el análisis del Estado por dogmas y criterios prefabricados, de los cuales tenemos que sacudirnos. Se impone un enfoque distinto, menos teórico y estrictamente político, partiendo del análisis de nuestra realidad concreta, tanto política como socio-económica y cultural. Solo así podemos tratar de hacer lo que esta impuesto a nuestra generación: inventar el Estado futuro, y digo inventar, pues no podemos simplemente seguir esperando que aparezca y muy difícilmente podemos siquiera predecirlo. Hay que inventarlo, insisto, y  construirlo sobre bases reales y actuales que la práctica política ha ido moldeando en las últimas décadas”
Ese Estado nuevo y democrático debe ser concebido para realizar un nuevo papel, las bases existen y la capacidad la tenemos, solo debemos tener la disposición, debe ser distinto al Estado liberal-burgués que es el que nos ha venido sirviendo de modelo, y totalmente distinto del Estado socialista que solo ha sido una rémora en los países donde se ha impuesto; así me refiero a lo que se ha venido calificando como el Estado democrático y social de derecho, insertado dentro de la modernidad del mundo de la globalización, pluralista, descentralizado, federal que sea operativo, fortaleciendo las regiones, lo local y con una verdadera participación ciudadana, lo que nos permitirá en el plano de la evolución mundial moderna, hacer real el logro de la democracia social, la democracia económica, la democracia política, que han constituido  letra muerta en varias de nuestras constituciones. Dentro del pluralismo todos los partidos políticos podrán ejercer su participación, con libertad ideológica y religiosa, pero que el ciudadano tenga garantizada su libertad de participación, respeto a los derechos humanos y donde la comunidad sea una verdadera cedula de participación inicial en la política y del ejercicio de la democracia. Donde exista un verdadero sistema judicial que haga que las leyes sean justas y se cumplan estrictamente y no se burlen, menos que sean instrumentos contrarios al Estado de derecho y el interés nacional.
A ese nuevo Estado que nos permita abrir el camino de la nueva Venezuela, la Venezuela de la reconciliación nacional que nos adentre en el siglo XXI, no podemos llegar mediante una simple reforma de artículos de la Constitución Nacional, o de la simple salida de la elite política que maneja el desgobierno.
El país debe llegar a un consenso político de largo alcance, estamos en medio de una crisis terminal, donde los líderes políticos del momento han perdido toda credibilidad, así como los partidos políticos que representan, lo que nos debe llevar a entender la necesidad de la convocatoria por parte del pueblo organizado, de la una Asamblea Constituyente, de esa manera el ciudadano común, el pueblo organizado podrá iniciar la búsqueda de su organización para el logro de  su propia participación, en forma directa y activa.

Como hacerlo y en qué términos hacerlo? En el próximo trabajo.

sábado, 6 de septiembre de 2014

La Complicidad de los Peores.
Los venezolanos estamos hoy en día viviendo momentos de grandes incertidumbres como consecuencia de la ausencia de una propuesta a la solución de la crisis nacional; vemos como el barco está más a la deriva y como las aguas lo van arrastrando hacia un destino indeterminable, no existe timón ni capitán que permita darnos un rumbo cierto; todo es el producto de una muy buena estrategia montada desde el exterior para destruir nuestras instituciones y así demoler el sistema democrático. Para muchos la noche se nos torna más oscura y el horizonte invisible.
La crisis actual es el producto de la crisis de liderazgo, personales y de partidos políticos en que se adentró el país con el desgaste de las organizaciones políticas que prevalecieron durante los años cuarenta años de democracia y la ausencia de un relevo generacional ya que los partidos políticos se fueron desgastando en sus organismos de dirección y se fueron tornando en bastión de personalismos y apretujados por el empirismo y el clientelismo.
Eso que muchos han denominado la rabia, el resentimiento o la insatisfacción política y el acrecentamiento de la deuda social, así como el vacío de liderazgo, permitió el arribismo de los demoledores de cualquier rastro de institucionalidad democrática, tales elegidos tuvieron el beneficio del camino fácil preparado por muchos, que pensando con cortedad, le entregaron el garrote al ciego; a los autores de la felonía del 4F se les premio con el poder. Intelectuales, empresarios, políticos, llevados por la búsqueda fantasmal de conseguir en la aventura política la vía, para unos de vaciar el veneno del resentimiento político acumulado y para otros el oportunismo político satanizando lo existente, se prestaron a abonar el terreno para hacer de una crisis de gobierno, de liderazgo y de agotamiento de los viejos partidos, una crisis de sistema.
Los más afectados fueron esos viejos partidos, AD y Copey, donde la incidencia fue letal. El clientelismo político, la falta de relevo en los cuadros de dirección y la imposición de personalismos internos abono el terreno para la aventura política que venía siendo preparada por quienes tenían una visión enferma de la espada protectora y de la reivindicación del gendarme necesario; así nace el pretorianismo de Chávez mediante un salto atrás, que se constituye en un regreso a viejas épocas que se creían superadas, con el agravante que saca a Venezuela del ingreso al siglo XXI. Como bien lo señalo Mariano Picón Salas, el dictador Juan Vicente Gómez impidió el ingreso de nuestro país al siglo XX, este salto no solo nos llevó  a un retroceso que no solo nos colocó en un pasado dominado por la violencia y el marginamiento del desarrollo social, económico y político, sino que además, frustro el ideal de los precursores de nuestra independencia política del conquistador, colocándonos bajo la dependencia de un déspota caribeño obsesionado en el apoderamiento de nuestra riqueza petrolera. El salto atrás además de negar la búsqueda del bien común y subsumir a la población en el atraso y la división social, impuso el goce y disfrute del poder irrespetando la dignidad y la moral del venezolano; transformando la convivencia y el respeto humano en la transformación del adversario en el “enemigo a destruir”.
Bien es cierto que Juan Vicente Gómez gobernó con los mejores intelectuales del su época, a quienes les encargo crear y poner en funcionamiento las bases de la modernidad nacional, continuidad que conseguimos en los subsiguientes gobiernos de López Contreras, Medina Angarita, y que constituyen las bases fundamentales para la conformación del sistema democrático. La Constitución Nacional en el gomecismo y épocas anteriores se llegó a entender como un traje a la medida del interés político y personal, con Chávez desde su llegada al poder la irrespeta, excluye a los estudiosos y capaces y a la inversa de Gómez, que como indica Mario Briceño Iragorry, los considera por su entrega sumisa al dictador, como la “traición de los mejores”, hoy podemos hablar como Rodríguez Iturbe, “la complicidad de los peores”.
El chavismo constituye la demolición del país democrático, constituye el mayor agravio a la dignidad del ciudadano y la imposición de la felonía despótica del personalismo. Es la entrega irrespetuosa, anti patria y desvergonzada no solo del interés nacional a un grupo de aventureros que no merecen llamarse venezolanos, sino también lo más grave, el poner la potencialidades, la riqueza, la dignidad y la honra nacional a la disposición de un déspota extranjero que ha sumido su país en la ignorancia y el atraso político, cultural y económico. Alexander Hamilton, unos de los Padres Fundadores de los Estados Unidos, señalo que una nación que prefiere la deshonra al peligro está preparada para tener un amo y se lo merece.
Los venezolanos tenemos la obligación con nuestro mundo actual y las nuevas generaciones de asumir conciencia de nuestra crisis, de entender que Venezuela tiene altos y positivos recursos para salir de la crisis, pero que se hace necesario entender que no es el Gendarme Necesario ni el aventurero político quienes tienen la solución, sino cada uno de nosotros asumiendo el rol activo que nos corresponde. Los jóvenes juegan un papel importante y la comunidad debe darles el apoyo correspondiente organizándose para reclamar el derecho de participación que a cada uno nos corresponde. El camino no es del todo fácil, pero debemos entender que la capacidad, el respeto a nuestra dignidad constituyen fuerza suficiente para desplazar del poder a “la complicidad de los peores”.