miércoles, 24 de junio de 2015

Remembranzas de estudiantes.

 
Un  día, aproximadamente, de Octubre de 1963, en una más de tantas mañanas, bajo la mirada fría de las cinco águilas blancas, como todos los años, se abren las puertas de esa casa de estudios, centro de historia merideña, para darle cabida a otro grupo de jóvenes soñadores, de jóvenes cargados de ilusiones, esperanzas, todos vienen de los liceos, unos de la misma Mérida, otros de distintas partes del país, ya no con la mochila de estudiante de primaria, ni con el maletín de bachillerato, viene con una alforja llena de esperanzas, vienen en búsqueda de un título universitario, ya no vienen de la mano del papa o la mama, que los trae para hacerlos traspasar las puertas de la institución educativa, no, viene con acompañados por calurosos sueños, con un sinfín de temores, temores que se agigantan cuando colocan por primera vez los pies en la entrada del claustro universitario, en las puertas de esa majestuosa casa de estudios, ahí dentro espera un nuevo sistema de vida, es el inicio de una vida definitiva, es el futuro profesional, dentro hay historia viva, ahí se han forjado un sin número de profesionales, es el encuentro con la historia, es el puente de entrada a un nuevo mundo, en la mente de cada uno hay temores, la solemnidad misma de la estructura arquitectónica genera respeto.

La puerta de hierro, forjada en acero y en barrotes de historia, se ha abierto; al dar los primeros pasos, tenemos al frente, como un guía, el busto del Libertador, en medio de una plazoleta, conformada por una jardinería y una camineria a su alrededor, cada uno de esos aspirantes vuelve a colocarse frente a la historia, las columnas alrededor del busto del Libertador, sostienen los pisos superiores donde se encuentran las aulas de estudio, ya cada uno ha entrado, se han colocado dentro de la historia merideña, los suspiros son más profundos, y el mundo se torna más pequeño, en la mente de cada uno, los sueños se hacen un hilado de temores, es la incredulidad de haber llegado a la universidad; es el temor del bautizo de los nuevos, son tantas cosas que se han dicho sobre el primer día, los que se conocen por venir de un mismo liceo, especialmente aquellos de otras partes del país, se saludan y en sus labios aflora una sonrisa nerviosa y se desprende una pregunta que nos irán a hacer, será verdad lo que nos han contado sobre el bautizo de los nuevos; será verdad que nos cortaran el cabello, que nos arrojaran baldes de agua con esto o aquello? Nadie lo sabe, tal desinformación amortigua ese estado emocional que vive cada uno como consecuencia del primer día de clase.
Los viejos estudiantes miran con sonrisa despectiva a los nuevos, todos los viejos se conocen, y los nuevos son fácilmente identificables, caminan inseguros, temerosos, están en mundo distinto, las manos en los bolsillos también sirven de identificación como nuevos, no solo por el frio, sino, por el temor, tanto a lo nuevo, a lo imponente de la estructura física, como a esa pregunta que acompaña a cada uno a manera que se han ido acercando a la universidad, ¿Cómo será el bautizo? ¿Qué nos irán a hacer? ¿Cómo será el mundo universitario?.
Ese primer día cada uno ve, además de los viejos estudiantes, a unas personas vestidas con ropa de caqui, no los conocen pero presumen que son parte del personal, cada uno de ellos tiene una forma distinta de ver a los nuevos estudiantes, en ellos florece una sonrisa o una mirada que refleja esa duda de ¡quien será este nuevo, terminara la carrera o se quedara en el camino!. Cada uno de esos personajes será pieza fundamental en la vida de cada uno de esos soñadores que están ingresando. Serán los informadores para conocer a esas personas con quien van a convivir durante varios años. Son los grandes conocedores de la historia de la Escuela de Derecho. Hay uno de ellos que es la historia viviente de la universidad, conoce la vida de cada estudiante, de cada profesor, de cada uno de los integrantes del personal administrativo. Es el libro de vida de la Escuela de Derecho, tiene tanta historia que se le conoce como el “Abuelo”. En el tiempo dejara en cada uno de esos nuevos estudiantes gravada la nostalgia del amigo, del compañero de confidencias, de los momentos difíciles de los estudios, será el gran amigo y compañero sin ser estudiante. Es el Abuelo, es la historia de la Escuela de Derecho, quien conjuntamente con los profesores generan conocimientos y contribuye a hacer la vida del estudiante mas pasajera, en el siempre cada uno consigue una sonrisa y una mirada llena de amor e ingenuidad. El Abuelo es todo nobleza, espiritualidad, cada cana, cada arruga es una año de vida universitaria, de compartir con nuevos y por graduarse, son lágrimas, sueños e ilusiones que revoletean por los pasillos de la Escuela de Derecho. También  destaca en ese personal un trabajador joven, merideño y estudiante, a nuestro ingreso de bachillerato en el nocturno del Liceo Libertador, luego al graduarse de bachiller se hace otro estudiante de derecho, ya es el trabajador y el compañero de estudio; en el transcurrir del tiempo y de los apuros, es quien nos consigue copia de las tesis de estudio. El estudiante de esos momentos no crea diferencias entre trabajador, empleado, compañero, todos somos amigos, nos queremos y apreciamos. Es la idiosincrasia andina incrustada entre las paredes de la escuela de leyes.
Día a día, entre mañanas frescas y tardes lluviosas el tiempo transcurre, lentamente se va dando la deserción bien por abandono u otras circunstancias; nos iniciamos en dos grandes salones y ya después de la segunda mitad nos integramos en uno solo, se profundiza la amistad y empieza a surgir una gran solidaridad de grupos; son años de mucha pugnacidad política, sin embargo, en nuestro grupo la política no tiene rivalidades profundas, es algo más del acontecer diario. La integración solidaria es de tal magnitud, que nuestro grupo se va colocando año a año en un liderazgo dentro de la facultad, somos decisivos en la escogencia de la Novia de la Escuela de Derecho en la semana Universitaria, uno de nuestros grupos constituyo en el mundo del deleite de la farra y la diversión, lo que se conoció como la “Pequeña Tanguera”, en ella planificamos fiestas de fin de semana, reuniones familiares, fue tan conocida que algunos profesores se hicieron participes de nuestras correrías de fin de semana, en la “Peña” se construyeron historias, amistades y grandes momentos para el recuerdo de los tiempos vividos.
El grupo se caracterizó por una solidaridad de tal magnitud, que llegamos a romper esquemas, la selección del padrino de graduación o el orador de orden era motivo de discusiones y enfrentamientos políticos, en nosotros eso desapareció. En una parranda celebrada en casa de uno de los condiscípulos se designó el padrino de la promoción y el orador, prevaleció la amistad, el afecto, un sentimiento de cordialidad que nos unía. Por iniciativa de nuestro padrino de graduación: Dr. Antonio Ramón Marín, quien por cierto nunca estuvo en una farra de la “Peña Tanguera”, fuimos los primeros y únicos estudiantes de derecho que se hicieron miembros del Colegio de Abogados del Estado Mérida sin haberse graduados de tales. Algunos integrantes de años inferiores quisieron imitar nuestro estilo de reuniones con profesores y amigos y no pudieron lograrlo, éramos únicos, distintos y diferentes. Había un profesor que nos rechazaba y nos adversaba, otros eran felices compartiendo con nosotros.
Pienso en el sentimiento de pretensión que debemos tener los integrantes de la Promoción de Abogados, de ese año 1969, apadrinada por el Dr. Antonio Ramón Marín, en cuanto a que la gracia de Dios y del tiempo nos revistió del orgullo de ser una de las últimas promociones de abogados que tuvo el beneficio de iniciarse y concluir en el edificio principal de la ULA, no estudiamos solo historia, estudiamos con la historia, en nuestra Escuela aún está el viejo paraninfo de la Universidad, el celebramos los cuarenta años. Fuimos formados por la última generación de profesores ilustres de la Escuela de Derecho, que orgullo haber sido alumnos de los mejores, haber compartido en el salón de clase, en los pasillos de la Escuela, en la amena francachela de alumnos y profesores, donde prevaleció el respeto y se desbordo la alegría del compartir. Nostalgia de la solemnidad de los Drs. Pedro Pineda León, Ramón Vicente Casanova, Febres Pobeda (su inolvidable corbatín), Omar Eladio Quintero, Héctor Febres Cordero,  Mazzino Valery, Jesús Rondón Nucetti, Gonzalo Berti, Hugo Viera, Barbocita (el mas joven del  grupo), Calderón Berti, el querido Pizanito, Chalbud Zerpa,  Luis Elbano Zerpa, Francisco Rad Rached, Contreras Pernia, Febres Pobeda, nuestro padrino Antonio Ramón Marín, él supo guardar la distancia, en su característica personalidad andina, pero siempre ha sido un amigo. Cada uno tenía una personalidad muy característica, pero ellos siempre prevaleció la vocación de la enseñanza, fueron estrictos pero consecuentes en generarnos un mensaje de ética, fueron ejemplo en la personalidad y la autoridad moral del educador.
Tenemos, insisto, el honor haber sido alumnos de los mejores docentes de la Escuela de Derechos, nuestro orgullo y nuestra pretensión, por eso debemos sentirnos los únicos en haber saboreado la miel del saber, la educación y la ética en la formación profesional. Para ellos siempre nuestra admiración y reconocimiento.
Cabe recordar los últimos exámenes de quinto año; en Mérida hechos políticos obligaron al cierre de la Universidad y consecuencialmente la suspensión de exámenes finales, transcurría e mes de noviembre, habíamos presentados todos los exámenes menos el último: Derecho Internacional Público, la Escuela de Derecho al igual que las demás estaba cerrado y nosotros nos negábamos a no poder graduarnos por la paralización de la Universidad, en una de las acostumbradas reuniones peñeras resolvimos pedirle al Decano de la Escuela nos permitiera presentar nuestro último examen, a lo cual se negó en vista a los hechos mismos, de manera que le insinuamos que se celebrara una asamblea de estudiantes para pedir a las autoridades que se abriera la Escuela a presentación de exámenes; Rad Rached, Decano para el momento lo considero imposible, sin embargo, le indicamos que si nosotros lográbamos convocar la asamblea de estudiantes y que en ella se pidiera la autorización para presentar exámenes, èl respetaría tal decisión, él en su característica ironía despectiva se sonrió y nos dijo, entendiendo que era algo imposible, tanto por la magnitud del conflicto y lo difícil, no tan solo de convocar sino de navegar entre las diferencias políticas, “si lo logran yo abro la Escuela de Derecho para que Uds. presenten ese examen”. Reto hartamente difícil y casi imposible; nosotros éramos arriesgados, decididos y con una gran disposición a los logros, creo que esta característica ha identificado a muchos de nosotros en la vida profesional, triunfadores y exitosos.
Tomamos el reto, reunimos la peña y establecimos estrategias, formas de convocatoria, tácticas de dirección y manejo de la asamblea, agenda. Muchos éramos fichas activistas de los partidos políticos, experimentados en las líderes políticas, hicimos la planificación; se convocó la reunión, la misma se realizó en el salón de primer año, con capacidad, si mal no recuerdo para más de cien personas, todos nos colocamos en forma estratégica para ejercer control de la misma; la asistencia nos impresiono, fue alta y dispuesta a tomas decisiones, los principales oradores creo fueron el ya fallecido Elias D`onghia, y otros, a mi correspondió compartir las dirección de debates creo que con Ismael Fermín, no estoy seguro, hace tanto tiempo, lo importante es que conseguimos una gran mayoría para aprobar la apertura de la Escuela, solo para presentar exámenes. Lograda la votación y la aprobación no cabíamos de la alegría por el éxito y el orgullo de poder decirle al Decano: ”lo dijimos y lo logramos”, ese día fue una gran farra de la “Peña Tanguera”, presentamos el examen de nuestra última materia, el día transcurrió para muchos de nosotros entre un ir y venir del Colegio de Abogados, ubicado para ese momento arriba en Milla y la Escuela de Derecho, al  Colegio subíamos a cargar baterías y fue tanta la carga que ya a las tres de la tarde la brújula de muchos estaba sin ubicación, indiscutiblemente que ese día nos acompañó ese gran personaje Merideño, el histórico y popular “Matica”, hubo morteros y cohetes. A última hora de la tarde iniciamos la acostumbrada caravana de recorrido por la ciudad, acompañados de nuestras esposas, los casados para el momento, de las novias y amigos, para concluir en horas de la noche en la piscina del Colegio de Abogados. Finales de Noviembre la penúltima etapa de una vida de estudiantes en el mundo Universitario que con concluyo un cinco (05) de Diciembre de 1969. Nos ganamos, con esfuerzo e inteligencia, nos caracterizo la iniciativa, el conseguir graduarnos por Secretaria, con toga y birrete, entrando uno por uno, dejando en espera a nuestros seres querido en el pasillo de la puerta del Rectorado; entramos ufanos, orgullosos y engrandecidos, a recibir el Título de Abogado de manos del inolvidable Dr. Pedro Rincón Gutiérrez (Perucho), al salir la alegría de entregarle una gran regalo a nuestros padres, esposas o novias, un tesoro: Un Titulo, que llevaba escrito un pasaporte al mundo profesional, escrito con letras de trasnochos, lagrimas, esfuerzo, tesón, cada letra impregnada de las delicias de un sueño.
Una mañana bajo la mirada fresca y embrujadora de la Sierra Nevada de Mérida un grupo de estudiantes recién salidos de los Liceos, pusimos por primera vez, y nos hicimos parte de la historia, nuestros pies sobre las agotadas y envejecidas baldosas que recubren el piso de la histórica Escuela de Derecho de la Universidad de los Andes, pisadas se hicieron huellas dentro de las huella de miles de pisadas que en muchos años han ido recibiendo jóvenes cargados de sueños, anhelos y ambiciones, entramos para hacer realidad las esperanzas de nuestros padres, nuestra mochila eran sueños, cinco años después, cuando el sol se despedía y las cinco águilas serraban sus alas para el reposo, muchos de los que una vez entramos salimos abrazados, acompañados por Matica y su andar lento y suave junto al sonido de sus alpargatas que durante tantos años dieron música y sentimiento al jolgorio de los estudiantes que terminaban sus exámenes finales de grado. Años antes el sol de la montaña nos abrió la puerta de la Universidad, nos alumbro día a día el camino, en ese momento la noche se durmió para dejarnos transitar por un nuevo amanecer asido de guirnaldas relucientes cantando en las calles citadinas la alegría de un tropel de soñadores, ya dispuestos a enfrentarse al mundo serio y responsable del profesional universitario, Murió la indisciplina, la irresponsabilidad juvenil y nació la responsabilidad del Universitario Profesional.
Para delirar en la alegría del rencuentro y sumirnos en el torrencial rio de los recuerdos juveniles nos reuniremos para celebrar casi una media centuria, Sueños y recuerdos…..
A cada uno de los que se fueron a un espacio cargado de paz y amor, nuestro recuerdo y deseos porque la mano del gran Arquitecto del Universo este sobre sus hombros, reteniéndolos en un mundo especial.