sábado, 6 de septiembre de 2014

La Complicidad de los Peores.
Los venezolanos estamos hoy en día viviendo momentos de grandes incertidumbres como consecuencia de la ausencia de una propuesta a la solución de la crisis nacional; vemos como el barco está más a la deriva y como las aguas lo van arrastrando hacia un destino indeterminable, no existe timón ni capitán que permita darnos un rumbo cierto; todo es el producto de una muy buena estrategia montada desde el exterior para destruir nuestras instituciones y así demoler el sistema democrático. Para muchos la noche se nos torna más oscura y el horizonte invisible.
La crisis actual es el producto de la crisis de liderazgo, personales y de partidos políticos en que se adentró el país con el desgaste de las organizaciones políticas que prevalecieron durante los años cuarenta años de democracia y la ausencia de un relevo generacional ya que los partidos políticos se fueron desgastando en sus organismos de dirección y se fueron tornando en bastión de personalismos y apretujados por el empirismo y el clientelismo.
Eso que muchos han denominado la rabia, el resentimiento o la insatisfacción política y el acrecentamiento de la deuda social, así como el vacío de liderazgo, permitió el arribismo de los demoledores de cualquier rastro de institucionalidad democrática, tales elegidos tuvieron el beneficio del camino fácil preparado por muchos, que pensando con cortedad, le entregaron el garrote al ciego; a los autores de la felonía del 4F se les premio con el poder. Intelectuales, empresarios, políticos, llevados por la búsqueda fantasmal de conseguir en la aventura política la vía, para unos de vaciar el veneno del resentimiento político acumulado y para otros el oportunismo político satanizando lo existente, se prestaron a abonar el terreno para hacer de una crisis de gobierno, de liderazgo y de agotamiento de los viejos partidos, una crisis de sistema.
Los más afectados fueron esos viejos partidos, AD y Copey, donde la incidencia fue letal. El clientelismo político, la falta de relevo en los cuadros de dirección y la imposición de personalismos internos abono el terreno para la aventura política que venía siendo preparada por quienes tenían una visión enferma de la espada protectora y de la reivindicación del gendarme necesario; así nace el pretorianismo de Chávez mediante un salto atrás, que se constituye en un regreso a viejas épocas que se creían superadas, con el agravante que saca a Venezuela del ingreso al siglo XXI. Como bien lo señalo Mariano Picón Salas, el dictador Juan Vicente Gómez impidió el ingreso de nuestro país al siglo XX, este salto no solo nos llevó  a un retroceso que no solo nos colocó en un pasado dominado por la violencia y el marginamiento del desarrollo social, económico y político, sino que además, frustro el ideal de los precursores de nuestra independencia política del conquistador, colocándonos bajo la dependencia de un déspota caribeño obsesionado en el apoderamiento de nuestra riqueza petrolera. El salto atrás además de negar la búsqueda del bien común y subsumir a la población en el atraso y la división social, impuso el goce y disfrute del poder irrespetando la dignidad y la moral del venezolano; transformando la convivencia y el respeto humano en la transformación del adversario en el “enemigo a destruir”.
Bien es cierto que Juan Vicente Gómez gobernó con los mejores intelectuales del su época, a quienes les encargo crear y poner en funcionamiento las bases de la modernidad nacional, continuidad que conseguimos en los subsiguientes gobiernos de López Contreras, Medina Angarita, y que constituyen las bases fundamentales para la conformación del sistema democrático. La Constitución Nacional en el gomecismo y épocas anteriores se llegó a entender como un traje a la medida del interés político y personal, con Chávez desde su llegada al poder la irrespeta, excluye a los estudiosos y capaces y a la inversa de Gómez, que como indica Mario Briceño Iragorry, los considera por su entrega sumisa al dictador, como la “traición de los mejores”, hoy podemos hablar como Rodríguez Iturbe, “la complicidad de los peores”.
El chavismo constituye la demolición del país democrático, constituye el mayor agravio a la dignidad del ciudadano y la imposición de la felonía despótica del personalismo. Es la entrega irrespetuosa, anti patria y desvergonzada no solo del interés nacional a un grupo de aventureros que no merecen llamarse venezolanos, sino también lo más grave, el poner la potencialidades, la riqueza, la dignidad y la honra nacional a la disposición de un déspota extranjero que ha sumido su país en la ignorancia y el atraso político, cultural y económico. Alexander Hamilton, unos de los Padres Fundadores de los Estados Unidos, señalo que una nación que prefiere la deshonra al peligro está preparada para tener un amo y se lo merece.
Los venezolanos tenemos la obligación con nuestro mundo actual y las nuevas generaciones de asumir conciencia de nuestra crisis, de entender que Venezuela tiene altos y positivos recursos para salir de la crisis, pero que se hace necesario entender que no es el Gendarme Necesario ni el aventurero político quienes tienen la solución, sino cada uno de nosotros asumiendo el rol activo que nos corresponde. Los jóvenes juegan un papel importante y la comunidad debe darles el apoyo correspondiente organizándose para reclamar el derecho de participación que a cada uno nos corresponde. El camino no es del todo fácil, pero debemos entender que la capacidad, el respeto a nuestra dignidad constituyen fuerza suficiente para desplazar del poder a “la complicidad de los peores”.



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