sábado, 12 de febrero de 2011

EGIPTO Y EL ORIENTE MEDIO.


EGIPTO Y EL ORIENTE MEDIO.
En este mes de Febrero la atención mundial se concentro en la incertidumbre política sucesoral que vive Egipto. No se está en presencia simplemente de un cambio de gobierno. Es la búsqueda a una salida que permita, tanto satisfacer los requerimientos de una población que vive en el umbral de la pobreza, que pide un cambio en su forma de vida y del sistema político que durante años ha gobernado. Es necesario destacar que Egipto es un Estado clave en el Oriente Próximo, por cuanto su evolución interna o los cambios en su política exterior pueden causar efectos importantes en la región.
Hagamos un poco de historia. El 28 de septiembre de 1970 fallece Gamal Abdel Nasser. Egipto es un país en guerra tras perder en 1967 el Sinaí, a lo que es necesario agregarle la presencia de una economía exangüe y enfrentada a terribles retos. El régimen dejado por Nasser se desempeña dentro de una ideología y bajo una línea política en comunión con el “socialismo”. La línea característica de gobierno se mantiene, un único partido y predominio militar, sin embargo, se considera legitimo, con prestigio y base popular, habiendo logrado la creación de una base industrial, implementado una política que favorece a las clases desfavorecidas, así como la modernización del ejército.
El sucesor, Anuar el Sadat, hombre de una edad relativamente joven, 51 años, uno de los últimos integrantes del comité fundador de los Oficiales Libres(1952), ocupaba para el momento el cargo de vicepresidente desde 1969, entre otros fue miembro del Consejo de la Revolución, ministro, secretario del partido único.  La cúpula de los dirigentes del partido único, no obstante, conocer la fama del sucesor en cuanto a corrupto, carencia de opiniones políticas, el ser muy creyente, lo ungen como nuevo Presidente, ya que confían sea fácilmente controlable por creerlo débil de personalidad, eso les permitirá continuar controlando la política y el poder del Estado, ya que están designando “un hombre de paja”. Aquí el gran error.
Bajo la sombra del poder el Sadat fue preparándose discretamente, recordemos que había presidido la Asamblea Nacional, se había mantenido inteligentemente dentro de la elite militar, ha captado el disgusto de muchos oficiales que ya no soportaban la política nasserista. El gobierno saliente había cultivado frutos amargos por una política de grandeza, mas los resultados de la guerra de Yemen (1962-67), especialmente la agria derrota de 1967 y la pérdida del Sinaí, habían resentido la confianza política en la oficialidad.

A partir de  1976 se desvinculó de la tradicional alianza con la Unión Soviética y se acercó a Estados Unidos, del que obtuvo fuertes ayudas económicas. En 1977, en forma sorpresiva viaja a Jerusalén, adquiriendo el compromiso de reconocer al estado de Israel bajo determinadas condiciones. En 1978 tuvo un nuevo encuentro con el Primer Ministro israelí para preparar, por mediación del presidente Jimmy Carter, la paz con Israel en los Acuerdos de paz de Camp David, firmados conjuntamente con Menájem Beguin en 1978, lo que les lleva a recibir conjuntamente, el Premio Nobel de la Paz, ese mismo año. Egipto fue así el primer país árabe en sellar una paz duradera con Israel, lo que fue interpretado en muchos países árabes como una «traición». Esto recrudeció la oposición al régimen de Sadat, que se apoyaba sobre el descontento social creado por su política económica liberal. Sadat recurrió a la represión, especialmente contra los focos de resistencia musulmanes integristas. Fue asesinado por militares de esa tendencia durante un desfile el 6 de octubre de 1981.
La sucesión queda en manos del vicepresidente Hosni Mubarak (53 años. Sus críticos consideran que carece de la cultura política de Su visión y estilo son distintos: Sadat tenía una idea clara del futuro que quería, y una definición precisa de los “amigos” y “enemigos”, tanto dentro como fuera del país. Mubarak carece de todo eso. Lo que intenta es integrar el mayor número de actores en el juego político, ir lo más lejos posible en la apertura sin comprometer los fundamentos de su poder. Son muchos sus objetivos: calmar el juego político en casa, reintegrar el bando árabe, guardar las distancias con respecto a Israel sin comprometer la paz, modernizar las infraestructuras del país. Sin demasiado interés por las riñas ideológicas ni por los grandes propósitos, no tiene ni una política económica ambiciosa ni una política cultural coherente. Su actitud parte del principio “quien no está contra mí está conmigo”. Esta negativa a “politizar” y dramatizar los antagonismos, que en la actualidad se le reprocha, constituyó un formidable balón de oxígeno en los años ochenta.
Al igual que todo gobernante con afán de  dictador, amparándose en supuestos mecanismos democráticos (Reiteradas farsas electorales sin otro candidato, prisión sistemática a los opositores, control de la prensa, etc. etc.…) al que subterráneamente llaman “el faraón” por la insana tendencia a la ostentación de lujo que exhibe en un país que se rebela frente a la consigna que les presentaba la realidad a sus ciudadanos: ser mendigo o ladrón.
Los recientes acontecimientos llevan a pensar que la vida política de “el faraón”, esta por concluir. Al alerta de “Ni mendigos ni ladrones” se ha ido organizando la sociedad joven de Egipto a través de los canales que les son más familiares: los sms de texto y las redes sociales.
En un artículo publicado en Al Shuruk el 13 de octubre, Alaa al Aswany da la voz de alarma, recordando a sus lectores: “Los egipcios sufren una situación en que la población se encuentra permanentemente sometida a la injusticia, la corrupción, la pobreza, la opresión y la propagación de enfermedades.” Y añade: “La mitad de los egipcios vive por debajo del umbral de la pobreza, nueve millones habitan barrios de chabolas, privados de agua potable y sistema de saneamiento. Viven todos hacinados en habitaciones insalubres de las que hasta los animales procuran mantenerse alejados.”
Las elecciones presidenciales del próximo septiembre, han contribuido a estimular la crisis, especial influencia constituye el hecho de que se llegue a una sucesión presidencial en el hijo de Mubarak. El ejército no se encuentra todo en solidaridad con el régimen.  ¿Hasta qué punto se podrá aguantar una situación que ha paralizado al país y ha concentrado la atención mundial? ¿Cómo podría cambiarse semejante situación? ¿Cómo el cambio por venir podrá influenciar en el Oriente Medio y en la política mundial? ¿Estamos en presencia de  un camino hacia el cambio?



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