lunes, 7 de febrero de 2011

EL FIN DE UNA EPOCA.

EL FINAL DE UNA EPOCA.
Venezuela en los actuales momentos atraviesa por una crisis política,
económica, social, con el agravante de la ausencia de un liderazgo
creíble y con planteamientos ante el futuro, y por ende, un
conocimiento analítico y serio de la historia política venezolana.
El país termina de llegar a doce años de un gobierno que se ha dedicado a
subsistir sobre el fantasma ideológico de un llamado socialismo del
Siglo XXI, Se ha cumplido un nuevo año del inicio del proceso
democrático del 23 de Enero y del tan cuestionado Pacto de Punto Fijo.
Estos hechos y la lectura de dos interesantes libros aparecidos el
pasado año: “La Rebelión de los Náufragos”, de Mirtha Rivero, y “Yo
Acuso”,
de Agustín Blanco Muñoz, me han inducido a varias reflexiones sobre
el pasado, presente y futuro político de nuestro país.
“La Rebelión de los Náufragos”, constituye un análisis de los hechos
que rodearon al segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, la escritora
nos revive una serie de circunstancias, unas que permitieron la
llegada de CAP a su gobierno, otras que frustraron un proyecto de
gobierno que imposibilitaron cambiar el rumbo político nacional.
A manera que nos vamos adentrando en su lectura, retomamos
pensamientos e inquietudes sobre hechos políticos que fueron
conformando la actual Venezuela. Aún cuando no hace referencias a los
conflictos internos que condicionaron el proceso de desnaturalización
de la Acción Democrática original, así como del partido Social
Cristiano COPEY, ellos se refrescan y nos permite entender mejor lo
que estamos viviendo.
Carlos Andrés Pérez, fue un político que desde el momento mismo en el que
presentó su primera candidatura presidencial dio un viraje a la
conducción política, incluso permitió oxigenar a la misma
acciondemocrática, que ya empezaba a sentir el desgaste y esclerosis
de su organización. Las tres divisiones internas desgastaron la
organización, tanto en el relevo generacional ideológico y
organizativo, como en la actualización de sus cuadros; los viejos
dirigentes unos idos a nuevas tolda organizativas (MIR, (PRN-PRIN);
MEP) y  otros agotados en su edad, fueron llevando a la organización a
constituirse en un ente clientelista, con una base ideológica no
renovada y una dirigencia que vivía de un pasado, que permitió a la
organización ser una de las mejores instituciones políticas en lo
ideológico, en lo organizativo y la frescura y capacidad intelectual
de cuadros de dirección.
Paralelamente a Acción Democrática, el partico Social Cristiano Copey,
también sufría sus propios desgastes, tanto del poder, como el
sometimiento a la dirección personalista de su fundador Rafael
Caldera; si bien es cierto, que los socialcristianos no se enfrentaron
a las divisiones que agotaron a AD, ellos fueron sometidos a una vida
de reverencia al personalismo y una pérdida de combatividad, donde el
relevo generacional, se mediatizó tras la sombra del fundador.
El resto de los partidos políticos se constituyeron en organizaciones
integradas por políticos que enmohecieron  ideológica e
intelectualmente, sólo vivían para, devaneos intelectuales,
cuestionar al partido y al gobierno de turno, y lo que es más grave, a
la espera de un hecho político que les permitiera llegar al poder,
pero carentes de proyectos políticos. Crearon sus propios conventos y
sus propias letanías.
Las décadas del ochenta y el noventa marcan el inicio de un proceso de
transición, de un modelo de Estado y Gobierno agotado a otro, con una
visión moderna de cambio y de participación social, donde la Sociedad
Civil emergente y los sectores políticos alternativos, que están
naciendo a la vida política, procurando  construir cada vez mayores
espacios de participación deberán entrar a  competir y compartir con
los partidos políticos.
Debemos recordar que en el ámbito de lo político ocurren los procesos
por los cuales se establecen objetivos para la vida social y se
proponen medios para alcanzarlos, mediante mecanismos que deben ser
reconocidos como válidos por buena parte del todo social.
Indiscutiblemente los partidos políticos y los grupos de presión
ejercen un papel fundamental en estos procesos. Ahora bien, los
partidos políticos tradicionales se fueron distanciando de sus fines
originales, para transformarse en cúpulas políticas protectoras de sus
propios interés con desmedro del interés social, se desgastaron
lentamente y sus actores lo ignoraron. Los grupos de presión no
actuaron y la población en general se fue haciendo pasiva e
indiferente. Un sentimiento social reprimido e insatisfecho se fue
acumulando creando las bases para una explosión social indeterminable.
Visto de esta forma  la complejidad y diversidad de lo que hemos
hablado coloca sobre el tapete, hoy en día, el problema de cómo
articular consensualmente a la base de la sociedad con la cúpula
dirigente, ya que los objetivos o metas sociales propuestas deben
organizar de un mínimo respaldo por parte de los distintos grupos
sociales.
En un trabajo realizado por José Antonio Rivas Leone, (publicado en
Stockholm REVIEW OF Latin American Studies Issue No 1. November 2006),
establece: “Los años noventa se definen como la década de la
antipolítica, etapa ésta en la cual las organizaciones partidistas se
vienen a menos. Destacan por lo menos, en cuanto a Venezuela se
refiere, la situación de una crisis que tiene una serie de
indicadores, y  que se manifiesta básicamente bajo la forma de una
crisis de liderazgo, de la representación e incluso participación
política. Ésta última tendrá naturalmente fuertes influencias en el
desempeño de los partidos políticos como actores tradicionales de la
política democrática y en las percepciones de los ciudadanos
consecuentemente. Es decir, el modelo de democracia de partidos que
devino en partidocracia, en toda la década de los años ochenta y
noventa, acusó una serie de distorsiones  y deficiencias, que
terminarían socavando las propias bases del sistema de partidos
impuesto desde 1958, y que por falta de autocrítica, relevo
generacional calificado, problemas serios de representación, e
incluso, la adopción del proceso de descentralización a partir de
1989, que en conjunto creaban las condiciones para la emergencia del
“fenómeno Chávez” y la consecuente transformación y posterior
sustitución de los partidos políticos tradicionales, por nuevos
actores políticos y formas de hacer política de diversa índole.”
El mismo autor establece dos premisas: en primer lugar, el proceso de
agotamiento, desinstitucionalización de los partidos y del sistema de
partidos, es el producto de una creciente disfunción de los partidos
como institución, en especial de la democracia representativa, y en
segundo término, los efectos generados por el proceso de
descentralización que afectó notablemente a los partidos como un todo,
pero además, pudiéramos agregar un tercer elemento, Carlos Andrés
Pérez se sobrestimó en sí mismo como líder político, por una parte, y
por la otra, desestimó, gran error político, haber desestimado el
rechazo que la cúpula adeca le había presentado a su programa
económico de gobierno.
Continuará con: El programa de gobi
erno de CAP II, AD y las fuerzas económicas.

1 comentario:

  1. Tal como en un matrimonio no exitoso, en el que ambas partes tienen una alícuota de participación (puede leerse culpa), también en este proceso la población ha tenido algo que ver. Con el tiempo dejó de ejercer su derecho a reclamo, a fiscalizar la acción de gobierno, hoy totalmente castrada, e incluso a participar políticamente en los eventos electorales. Esa dejadez ha fungido como entrega de la Patria a los dirigentes. Si algo de bueno ha ocurrido en estos dos lustros, es que parece haber más conciencia política en la población. Sin embargo, rara vez se ve cristalizada en acción. Salu2.

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